Romance del Baco y la vaca

Por Rocío Vélez

Aquí me pongo a cantar               

al compás de la vigüela,               

que el hombre que lo desvela                 

una pena estraordinaria,               

como la ave solitaria                     

con el cantar se consuela.

Dumond 4040, 20hs. Se pone a cantar-contar Baco (Marco Antonio Caponi) al compás de una vigüela de lata, desvelado por una pena lechera, con el cantar se consuela y nos cuenta su aventura campera.

Con diferentes instrumentos-elementos, Baco va marcando un ritmo que nos lleva al lejano Oeste o a la cercana Pampa. Nos envuelve de a poco para introducirnos en esos versos de renovada gauchesca que nos van a narrar su desgracia en clave humorística, lo que resulta en una complicidad con el público, que no lo va a juzgar en esta historia tan característica: de encuentros carnales, leches, amor, sangre y muerte.

Al que vemos en escena es a un gaucho blusero que, debido a su pronta horfandad, crece mamando ubres en un tambo. Esto lo condiciona para siempre: las vacas y el campo le dan un sentido obseso a su existir.

La adultez lo lleva a trabajar en diferentes campos, alejado de aquellas ubres que lo hacían soñar y babear. Sin embargo, el tedio y el paseo lo acercan al amor. Este amor está encarnado en el cuerpo de una luminosa y virginal charolesa destinada a la reproducción por inseminación.

Baco, como lo fue Martín Fierro, es un marginado. La vida los empujó al costado de la civilización, por la crianza entre mugidos que moldea a uno o por desertar el otro, van a ser perseguidos por aquellos que encierran para corregir.

Es perseguido entonces este amante vaquero por sentirse parte de la especie que lo crió, por poner en jaque a esa civilización que utiliza a un toro de primera para una reproducción sin cuerpos en nombre del dinero, por vivir en la libertad de la barbarie.

Entre las líneas de su relato Baco denunciará lo que considera injusto, así como Fierro, develando las hipocresías de un presente que lleva puesta la máscara de la civilización.

Enamorado de Blanquita, aquella vaquita francesa, se arriesga, porque como todo amor prohibido, para vivirlo hay que arriesgarse. Luego de una noche de pasión, deserta de los campos, acompañado por su amada y también por aquel toro condenado a una masturbación mecánica. Y, cual western, nos vemos inmersos en una aventura láctea, con tiros, con robos y en este caso, sin final feliz.

Una aventura que nos deja desorientados, por no saber cómo juzgar o, si tenemos derecho a juzgar, a este hombre que siguió el llamado de la Pampa, que se parecía tanto a los mugidos de su vaca.


FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Autoría: Gonzalo Demaría

Actúa: Marco Antonio Caponi

Vestuario: Pamela Martinelli

Iluminación: Gonzalo Córdova

Equipo De Dirección: Mónica Antonópulos, Manuel caponi

Dirección: Marco Antonio Caponi

Duración: 65 minutos

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