MARÍA E ISABEL (UNA TRAGEDIA ISABELINA)
Por Rocío Vélez
¿Qué mejor recurso que la Historia, con hache mayúscula, para enfrentarnos con las eternas disputas que rodean al poder? En este caso un encuentro, entre Isabel I y María Estuardo, que nunca ocurrió. Imaginado antes por Friedrich Schiller, re-imaginado ahora por Roberto Perinelli.
Nos introduce en el mundo inglés
un labriego que, en su guitarra, evocará a lo largo de la obra melodías de
quienes constituyen el primer anacronismo: los Beatles.
Los anacronismos son fragmentos
de la Historia que se filtran en una época en la que aún no han sucedido los
hechos que el espectador conoce. Pero no se trata de un mero guiño lúdico; más
bien, de un desorden temporal que entraña un fuerte sentido crítico, en tanto que
se produce una ruptura de la visión lineal de la Historia. Con la eficacia de
un humor inteligente, la ficción recrea no un momento significativo del pasado,
sino la tragedia del destino humano.
Es un día de verano tranquilo,
hasta que irrumpe en escena María Estuardo, que logró escapar del castillo en
el cual estaba prisionera bajo las órdenes de Isabel. María, obstinada en que
los campesinos, Paul y John, la llamen “majestad”, les cuenta, entre puteadas
criollas, su tormento dentro del palacio y reclama la corona que, por linaje,
dice que le pertenece.
Mientras María desprestigia la
cultura inglesa, aquella cultura de “piratas”, gente que “solo piensa en
números” y “no puede imaginar”, recordando con melancolía a su Francia querida.
Los labriegos se burlan sutilmente, se ríen de su poder perdido; cantan
canciones donde la ridiculizan y tiran anzuelos que nos conducen a la razón de
su repentina y sospechosa liberación.
A la manera del teatro isabelino,
las reinas son interpretadas por hombres en esta tragicomedia con recursos del
grotesco criollo. Con alhajas, vestidas pomposamente, gordas, maquilladas
clownescamente y con pelos en el pecho; las reinas son el reflejo del abuso y
los privilegios del poder. Estuardo estaba presa, sí. Pero en un palacio,
rodeada de sirvientes a los que ella llama espías, joyas y, sin que le falte
nada más que su corona y todo lo que eso significa. Mientras que Isabel se dedica a la caza recreativa a la
vez que ordena nuevas invasiones por todo el mundo.
El conflicto Real, ocurrido en el
siglo XVI, sirve al autor como excusa para retratar a un poder putrefacto que
sigue replicando ciertos patrones. El destino de un país, en este caso
Inglaterra, depende de quien tenga la última palabra y contactos más poderosos.
Isabel, en su discurso, intenta
mostrar que es una reina de corazón grande, misericordiosa y comprensiva.
Accede a escuchar las palabras que María tiene guardadas hace rato, jugando con
la ilusión que tiene de conservar la cabeza, aunque esa cabeza está condenada a
rodar luego del golpe final. La reina se desliga de su responsabilidad con
respecto a la condena de su hermana: “yo no soy quien baja el hacha”, y es
claro; el poder está por sobre eso, no se ensucia las manos aunque después
veamos correr la sangre de sus decisiones.
La reina, además de representar
lo sanguinario del poder, también muestra un poder bruto. Bruto en el sentido
de que prefiere entretenerse con “peleas de osos”, en lugar de leer a
Shakespeare, porque “la aburre” y se burla, en cierto modo, del destino que le
espera a su teatro. Porque todo lo que no está a merced del poder, está
condenado al fuego. Por esa misma razón, prefiere a Marlowe y así, el pueblo
está condenado a “disfrutar” solo del arte que sirva a la realeza.
Ya sabemos lo que pasó con María
Estuardo en el pedazo de historia que ocupó. La ficción no cambió su destino.
Vemos a Isabel, con la cabeza de su hermana en las manos, a la manera de
Hamlet, dando un discurso desesperanzador en cuanto al curso de la historia.
Estará en el pueblo, en los espectadores juzgarla.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
- Autoría:
- Roberto Perinelli
- Actúan:
- Lucas Avigliano, Juan Carrasco, Tomas Daumas, Nacho Vavassori
- Ambientación:
- Alejandra Ferreyra
- Caracterización:
- Rosa Rivoira
- Diseño de vestuario:
- Pheonía Veloz
- Espacio escénico:
- Guillermo Ghio
- Diseño de luces:
- Tamara Josefina Turczyn
- Producción De Vestuario:
- Camila Ivaldi
- Carpintería:
- Sebastián Garcia Buckmayer
- Realización de vestuario:
- Pablo Figueroa
- Calzado:
- Verónica Kovar
- Banda Sonora:
- Miguel Ruhr
- Operación de luces:
- Diego Becker
- Fotografía:
- Tamara Josefina Turczyn
- Diseño gráfico:
- Juan Carrasco
- Asistencia De Producción:
- Claudio Santibañez
- Asistencia de dirección:
- Claudio Santibañez
- Prensa:
- Carolina Alfonso
- Dirección general:
- Guillermo Ghio
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