EL REY DE UN EJÉRCITO DE LANGOSTAS

Por Claudio Pérez



Los hombres escriben ficciones porque están

encarnados, porque son imperfectos.

Un Dios no escribe novelas.

Ernesto Sabato


Fragmentaria, autorreferencial, filosófica, cruda, realista, contradictoria… Se le podrían agregar algunos adjetivos más a Abaddón el exterminador, pero resulta que no importa cuánto se pueda añadir a esta o a alguna de las otras novelas de Ernesto Sabato, ya que son inabarcables, su literatura y él mismo como hombre que abandonó la seguridad de los números y las leyes de la física para adentrase en el inseguro e inestable universo de la literatura; resulta imposible reducir la obra y el escritor a una línea estética definida o a la rigidez de algún tipo de pensamiento.

Intentar hablar de Sabato implicaría llenar miles de páginas sin alcanzar nunca una compresión cabal de su ser o de su escritura, entonces esa tentativa es imposible, y por esa razón es que me atrevo a escribir estas líneas imperfectas desde mi más profunda admiración, y lo hago desde ese lugar sencillamente porque es el único en el que me siento seguro. Por lo tanto, en la difícil elección fue inevitable volver la mirada a Abbadón el exterminador, ¿por qué?, porque esta novela es la menos reconocida de su corta obra literaria ―escribió solo tres novelas―; y según palabras de Sabato, lo poco que escribió en materia de literatura fue más que suficiente. Abaddón el exterminador, publicada en 1974, es la obra que cierra lo que para muchos es una trilogía iniciada con El túnel y que continúa con Sobre héroes y tumbas.


Esta novela es apocalíptica ―idea que ya había desarrollado el autor anteriormente, pero de manera muy sutil―, son historias fragmentadas que contienen una declaración social, política y filosófica, es además una profecía, una expiación en la que aparecen retazos de su vida, deformados por la ficción; es una novela en la que lo fantástico también aparece como un invitado furtivo, escrita de manera magistral, descarnada, con crudeza.

Natalicio Barragán, el alcohólico que tiene una visión apocalíptica; Marcelo Carranza el guerrillero revolucionario; Nacho niño y Carlucho, su amigo anarquista; el Sabato personaje extraviado en su propio túnel, obsesionado con sus demonios; Nacho joven y la tempestuosa relación con su hermana; las apariciones de Martín, Alejandra, Bruno y Fernando Vidal Olmos, de Juan Pablo Castel, que nos remiten a sus dos obras anteriores y que de alguna manera van cerrando esas historias que en Abbadón se vuelven una sola, son un conglomerado en el que habitan la vida y la muerte, donde ciertos temas tratados en novelas anteriores regresan, como el del incesto, por ejemplo. Párrafo aparte merecen  las cartas a aquel “Querido y remoto muchacho”, en las cuales Sabato aconseja a un novel escritor, le advierte sobre los peligros que ese oficio esconde y la serie de decepciones que persiguen a muchos escritores, a los que deciden escribir de verdad y no a aquellos que solo ansían ver sus nombres en letras de molde, son cartas que todo aspirante a escritor, a uno verdadero, debería leer; creo también que Sabato escribió esas cartas para sí mismo, que estaban dirigidas al muchacho que alguna vez fue.

La escritura escéptica y cargada de pesimismo es una marca registrada, en su literatura y en su propia vida, el descreimiento en el mundo, en quienes lo habitan, lo ha llevado a escribir de esa manera, acaso esa forma tenga su génesis en lo que ocurrió luego de su corto paso por el laboratorio de Marie Curie en París y todo lo que sobrevino después.    

Sabato se sumerge en la oscuridad, bucea en las zonas más tenebrosas del alma humana, busca una salida aunque esta ya es imposible; el mal ha triunfado y la derrota no admite discusión, para él ni para sus personajes, el pesimismo y el escepticismo se han apoderado del mundo, Schopenhauer le ha guiñado un ojo en el preciso momento en que ponía el punto final al manuscrito de Abaddón el exterminador, ambos sabían que ese ángel, uno de los comandantes del apocalipsis, está cada vez más cerca con su ejército de langostas.

Aproximarse a la obra de este gigantesco e indefinible escritor significa un acto de renunciamiento a la dicha y al triunfo en cualquiera de sus formas, más aún si uno se encuentra con una novela de la talla de Abaddón el exterminador, pero, acaso, ¿no es una gran verdad que el optimismo desmesurado es un invento de los gurúes occidentales para vender sus productos en envases colmados de una esperanza etérea?, ¿no es cierto que el fracaso es una condición del ser humano, quizás la más importante porque es la que empuja a continuar viviendo? Sabato escribe ficciones, miente (entiéndase mentira, en este caso, solo desde el punto de vista literario, como sinónimo de ficción), y de esa manera disfraza verdades; por eso, acercarse a su obra literaria y ensayística, a sus memorias y reportajes, es regresar a sus obsesiones más profundas, a aquellas que le dieron sentido a su literatura.

Sabato ha marcado la vida de miles de lectores, ha sido una guía en el escabroso y entenebrecido sendero de la vida, porque como dije antes, mediante su escritura, disfraza la verdad con mentiras y no al revés, como es costumbre en estos tiempos que corren.


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Claudio Pérez

Nació en Rosario de la Frontera, Salta, en mayo de 1974.

Es profesor de Lengua y Literatura. En 2017, el Consejo Federal de Inversiones publicó dos poemas suyos en la Antología Federal de Poesía Región Noroeste. En 2018, la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta publicó su primera novela, Cuando el viento ya no sople, luego de obtener el primer premio en los Concursos Literarios Provinciales. En 2023, publicó El éxodo de las mariposas (editorial Enero). 

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