LA ESTRUCTURA DE CRISTAL

Por Rocío Vélez


Me voy porque quiero ser yo
 o al menos parecerme a lo que quiero ser.
Reinaldo Arenas 

La estructura de cristal (1969), del director polaco Krzysztof Zanussi, es un largometraje para detenerse en la fotografía, los diálogos, la música y nuestras vidas.

Jan (Jan Myslowicz) y Anna (Barbara Wrzesińska) aparecen en una escena "austera": nieve y soledad, de fondo el ladrido de algunos perros.  El frío los envuelve y, sin embargo, esperan. En auto, llega Marek (Andrzej Żarnecki), un antiguo amigo de Jan, que, aparentemente, eligió pasar sus vacaciones con ellos.



Jan y Marek son físicos, trabajaban e investigaban juntos. A pesar de eso, decidieron tomar rumbos totalmente distintos. Por un lado, Jan se casó con Anna y se fue a vivir a un pueblo alejado en la montaña, con pocos habitantes. Él tiene una vida tranquila sin "lujos modernos", como televisión o automóvil, y se dedica a realizar trabajos relacionados con la meteorología para el Estado. Lejos del confort de la vida burguesa, la pareja debe juntar agua, cultivar alimentos, cortar leña y realizar los quehaceres que conlleva la vida en el campo, la vida que eligieron. Por el otro, Marek es un exitoso científico que viene de haber sido becado en la Unión Soviética y en Estados Unidos para realizar investigaciones sobre cristalografía y continuar su formación académica; viajó, se casó, se divorció, se compró un auto y otros artefactos modernos que exhibe con placer, publica artículos en revistas importantes, etc. Podríamos decir que, de acuerdo con los estándares de la modernidad, este personaje ha "progresado" en su vida, mientras que el otro se "estancó".

Además de los dos amigos, es interesante el personaje de Anna. Ella es maestra rural y, si bien no pertenece a la ciudad y se entusiasma con ir allí de paseo, su deseo no se encuentra por fuera de lo que tiene. Junto con Jan se complementan y hacen que de una vida con algunas aparentes dificultades materiales se desprenda una felicidad que contagia al espectador. Anna, con su transparencia, representa lo genuino, no aparenta ni busca aparentar algo distinto a lo que vemos.

La visita de Malek se torna un tanto problemática cuando se evidencia el verdadero objetivo de su estadía allí: ha sido enviado para convencer a Jan de cambiar de vida e ir a trabajar a Varsovia, que deje de "desperdiciar sus mejores años" y continúe su carrera profesional. Malek no puede comprender cómo su antiguo amigo "desaprovecha" su vida leyendo a Chéjov y a Aristóteles, escuchando Beethoven, haciendo inventos raros, jugando con su esposa o simplemente haciendo nada. Malek no tiene tiempo como para "perderlo". Sin embargo, durante el transcurso de los días él también ríe, siente el olor de la madera, reconoce las sensaciones que causa el frío y juega como un chico a pesar de tener más de treinta y cinco años. Hasta que la razón vuelve y, con ella, busca arrastrar a su amigo a las fauces del mundo de los adultos "serios" que progresan, a su mundo de adulto que ha perdido la fascinación y que es regido por el éxito.

Jan, por su parte, no busca convencer a Malek de nada, no pretende dar explicaciones de las decisiones que ha tomado y mucho menos brindar su realidad como la mejor opción. Él eligió eso sin saber bien la razón, pero sabiendo que en eso está más cerca de "parecerse a lo que quiere ser".


―Puedo comprender que uno quiera apartarse unos meses, un año… Para recapacitar. Pero tu llevas aquí…

―Casi cinco años… ¿Y no has pensado que ese "recapacitar" puede ser un modo de vivir?

―Sí, pero uno tiene que hacer algo… Son nuestros mejores años.

Cuando nos jubilemos ya habrá tiempo de recapacitar.

―¿Estás seguro?

―¿De qué?

―De que vivirás tanto.


Malek no puede comprender a su amigo y lo cuestiona incesantemente, pareciera incomodarlo esa vida tan alejada de lo que él concibe como único camino. Le dice que no puede comportarse como un niño, tampoco como un jubilado: hay que ser un adulto, y exitoso. Pero ¿Por qué esta imposibilidad para comprender la felicidad ajena? ¿Por qué el desprecio? ¿Por qué imponerle los ideales personales a los otros? ¿Es el progreso tener una vida vacía pero exitosa? ¿Es de "jubilados" saborear el presente? ¿Por qué está mal asombrarse y jugar como un niño? ¿Por qué no sentir el olor de la rosa? ¿Por qué no el calor de una mano?

Si bien la película es de 1969, aborda cuestionamientos que nos siguen atravesando, ¿Cuántos de nosotros vemos el progreso en formas vacías de la vida? ¿Cuántos, errando, creemos que nuestro ideal es el acertado? ¿Cuántos sentiremos la nostalgia de un pasado que no tuvimos tiempo de vivir? ¿Cuántos tendremos el valor de intentar parecernos a lo que quisiéramos ser?


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