LENGUA, LENGUA, LENGUA

Escribe Rocío Vélez

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Sor Juana Inés de la Cruz

Edda (Jazmín Broitman) y Rosetta (Joaquín Sesma) son dos novicias que están juntando ramas para la hoguera en donde arderá una joven señalada como bruja. En el universo de Lengua, lengua, lengua reconocemos a las hechiceras por su manera de hablar: el verso. Es así como la lengua despoja a las novicias de su santidad. Entre ellas no se pueden engañar.

¿Será parte de un hechizo eso que rima? ¿Por qué tanto miedo a la palabra? ¿Hará más daño lo que se desliza por la lengua que la estocada de una espada? Estos interrogantes son algunos de los que recorren la obra escrita y dirigida por Carolina Mazzaferro, donde el lenguaje es mucho más que un medio de comunicación; es un arma de resistencia, una herramienta de liberación y, a su vez, una manifestación de poder.

Créditos: Alejandra Del Castello

Alba (Maite Rodríguez Chietino) es la hija de la panadera, ella enloquece a todos con sus panificados. Hasta las monjas del convento dejan de comprarle a Zahúrda (Caro Go) –la panadera del convento, entre otras cosas– para comprarle a “la panaderita” bolas de fraile, suspiros de monja o vigilantes; deslizamientos anárquicos y anacrónicos que dan cuenta de lo subversivo que puede llegar a ser el lenguaje. Este “don”, despierta envidia y temor. Lo que elabora con sus manos es sobrenatural. Solo una bruja puede amasar así, haría falta que salga una sola rima de su boca para confirmarlo. Alba, entonces, se convierte en el catalizador que desencadenará una trama de engaños y resistencia. Sin embargo, lejos de ser una pieza dramática, el humor surge como la poesía, naturalmente.

Las brujas, en esta obra, en lugar de ser figuras demonizadas y relegadas al ostracismo, serán quienes encarnen una figura heroica, la salvación, en cierto modo. Si pensamos en Calibán y la bruja, de Silvia Federici, donde se analiza la caza de brujas como una estrategia del sistema patriarcal para reprimir a las mujeres portadoras de saberes, podemos pensar en el lenguaje lírico que éstas utilizan como otra de las formas de resistencia frente a la opresión y las imposiciones de un sistema que no da lugar a dobles sentidos, y que, por lo tanto, no deja espacio para el pensamiento y su proliferación. La belleza poética, ante la mirada del poder, constituye una herejía.

Créditos Raúl Frydman

Es en el choque de las lenguas donde se revela la verdadera batalla ideológica. La lírica de las brujas, cargada de metáforas y figuras poéticas, choca con la prosa literal y monótona de las monjas, representantes del poder institucionalizado, para quienes el uso de la palabra es unidimensional, se dan órdenes claras y se acatan sin cuestionamientos. La libertad del verso, entonces, es peligrosa. La prosa, sin matices ni ambigüedades, se convierte en el instrumento perfecto para imponer la narrativa dominante y silenciar cualquier disidencia.

La lírica, además, con su capacidad contagiosa, logra trascender las divisiones entre brujas y no brujas, penetra profundamente los muros del convento y conquista nuevos territorios. Este enfrentamiento lingüístico no solo es un recurso dramático, sino también una reflexión profunda sobre la relación entre lenguaje y poder.

Teun A. van Dijk, en Ideología y análisis del discurso, argumenta que el discurso no solo refleja las ideologías dominantes, sino que también contribuye a su reproducción y legitimación. En este contexto, el conflicto lingüístico entre las brujas y las monjas no es simplemente una disputa sobre palabras y significados, sino una confrontación ideológica sobre quién controla el discurso y, por ende, quien ejerce realmente el poder. Este aspecto es especialmente evidente en la reacción de la superiora (Ana Antony), quien no muestra tolerancia hacia la lírica –a la que incluso ella no puede resistirse– percibiendo su contagio como una amenaza directa a su autoridad y al orden establecido en el convento.

Por otro lado, la libertad en esta obra no está restringida al lenguaje, también puede verse reflejada en la incorporación de lo lúdico en cada uno de los elementos que completan la experiencia teatral, como la consola de DJ manejada por una novicia (Sofía Gambino), el canto, recursos del clown y una mezcla de ritmos contemporáneos en la musicalización. Todo sumamente logrado por un equipo notablemente comprometido con la propuesta.

Lengua, lengua, lengua nos invita a reflexionar sobre el papel del arte como herramienta de resistencia y subversión. En una cultura donde predomina la uniformidad y la conformidad, donde el poder intenta imponer su narrativa monolítica, esta obra nos recuerda algunas de las muchas formas de la resistencia y nos lleva a preguntarnos ¿quién domina nuestras lenguas? ¿cuáles son los territorios cotidianos donde damos la batalla discursiva? ¿Ha logrado el poder legitimar el lenguaje simple y banal de los despreciadores del arte?

La propuesta de Mazzaferro es un gran poema de resistencia en tiempos del odio.

 

FICHA TÉCNICA

Dramaturgia y dirección: Carolina Mazzaferro

Elenco: Joaquín Sesma, Jazmín Broitman, Maite Rodríguez Chietino, Analía Malvido, Claudia Quiroga, Ana Antony, Caro Go, Julieta Timossi

Diseño sonoro y música en vivo: Sofía Gambino

Asistencia de sonido: Tomás Stagnaro

Diseño gráfico: Caro Go

Diseño de escenografía: Maricel Aguirre

Diseño de vestuario: Paula Ameri

Diseño de iluminación: Lía Bianchi

Asistencia de iluminación: Nadia Farías

Asistencia de dirección: Malena Vince

Producción: Guadalupe Cruz

 

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