MANUAL PARA ARMAR UN SUEÑO

Escribe Rocío Vélez

En mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar.
Pedro Calderón de la Barca

Como siempre que vamos a la capital el tiempo de los 90 km de viaje nos va preparando para la experiencia cultural. ¿Qué nos llevaremos de este encuentro? ¿Qué fibras dormidas despertará esta vez el arte?

La primera parada es en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, donde acontece la Fiesta del Libro Usado. Bajo el sol y a codazos amorosos, nuestras manos van al encuentro de Lezama Lima, Bergman, Marechal, Camus, Borges, entre otros. 

Nuestros ojos buscan el encuentro con aquellos autores que supieron imaginar, que atravesaron todos los círculos del infierno para materializar sus sueños. En un contexto tan hostil para el sector cultural, el reunirnos con los libreros, con los libros y con los grandes autores, nos eleva –a través del vastísimo legado literario–, al menos por un rato, al paraíso. De la misma manera, intentará hacerlo el grupo andaluz La Zaranda, en la segunda actividad que nos convoca. Bajaremos y saldremos del averno inmersos en la propuesta de la pieza teatral Manual para armar un sueño.

El escenario es austero. Apenas algunos elementos dispersos de madera y metal, objetos indefinibles a primera vista, que parecen estar allí sin un propósito claro. Sin embargo, esos pocos elementos son los necesarios para que nuestra imaginación entre en comunión con la de los artistas sobre el escenario. La Zaranda crea un espacio de sugestión, donde cada espectador puede proyectar sus propias imágenes, sus propios significados. Este vacío escénico no es una falta, sino un acto deliberado que invita al público a completar lo que está ausente, a formar parte. Como menciona Rancière en El espectador emancipado, el espectador también actúa, observa, selecciona, compara, interpreta. Une lo que ve con otras cosas que ha visto en otras escenas, en otros lugares. “Compone su propio poema con los elementos del poema que tiene delante”. 

Nos encontramos frente a alguien, un personaje incierto que busca algo, aunque todavía no sabemos qué. Los primeros minutos de la obra transcurren en la penumbra. La falta de claridad inicial no es un descuido, sino una estrategia: el grupo andaluz comienza de a poco. La idea de esta obra se revelará gradualmente, no a través de explicaciones directas, sino mediante imágenes simbólicas, por ejemplo.

A pesar de la complejidad temática, la obra está impregnada de humor. La Zaranda utiliza esto no como un alivio, sino como un recurso que subraya lo ridículo de las situaciones a las que se enfrenta el artista contemporáneo. A su vez, el humor sirve para distanciarnos momentáneamente de la tragedia inherente a la búsqueda de reconocimiento real en el mundo de la “cultura rápida”. A través de situaciones donde la frustración del artista ante la indiferencia del mundo genera absurdos, la comicidad se convierte en una herramienta para reflexionar sobre el sistema que rodea y busca moldear la creación artística.

En una estructura que evoca los círculos del infierno de Dante Alighieri, los personajes descienden, no hacia el castigo por los pecados clásicos, sino hacia espacios que representan los obstáculos contemporáneos del arte: la envidia, la fama, la burocracia, la mercantilización del artista y sus “productos”. Cada uno de estos "círculos" es una advertencia, una metáfora de los peligros que un artista debe sortear si quiere crear una obra auténtica, una obra que trascienda las presiones del mercado y las demandas del reconocimiento superficial y fácil.

Un demonio representará muy bien su papel y buscará tentar a los dos protagonistas en el viaje. ¿Se carbonizarán los artistas en el fuego de lo efímero, con las llamas de las cámaras, entre los falsos aplausos?

La pieza se desliza de manera casi imperceptible entre la crítica social y la exploración existencial. Los personajes, en su búsqueda, nos recuerdan a figuras emblemáticas de la tradición literaria española. Hay reminiscencias en los diálogos y parlamentos, evidentes y necesarias, a La vida es sueño de Calderón de la Barca y a Don Quijote de Cervantes, obras que enfrentan a sus protagonistas con el dilema entre lo aparente y lo real. Como Segismundo, los personajes de La Zaranda discurren entre la ilusión y la realidad, entre los sueños y la conciencia de que la vida misma puede ser una prisión de la que solo la creación artística genuina y el arte podrían liberarnos.

Hay una especie de juego de espejos entre los dos protagonistas ¿Son realmente dos personajes distintos o representan las dos caras de un mismo artista, que lucha consigo mismo? No se nos da ninguna clave definitiva, ningún manual explícito para armar este sueño. Sin embargo, podemos sacar nuestras propias conclusiones.

A medida que la obra avanza, el escenario despojado cobra un nuevo significado. Los objetos que antes parecían inútiles o desconectados comienzan a adquirir formas, a transformarse en diferentes cosas, a ser parte del mundo. Lo que antes era un simple marco de metal se convierte en una puerta; un trozo de madera, en un escenario. 

Lo que La Zaranda nos ofrece no es simplemente una obra teatral, sino una reflexión sobre el papel del arte en el mundo contemporáneo. En un tiempo donde lo rápido, lo novedoso y lo masivo parecen ser lo único valioso, esta obra se posiciona como una crítica a esta cultura de lo inmediato que siempre busca posicionarse como lo único. El verdadero arte, parece decirnos La Zaranda, es aquel que resiste, entre otras cosas, a la tentación de la fama instantánea.

En una sociedad que parece haber perdido la capacidad de contemplación, donde la creación artística se mide en términos de éxito económico o mediático. Manual para armar un sueño nos recuerda que el arte no es ni debe ser un producto de consumo; es resultado de un proceso lento y trabajoso, una búsqueda que puede durar toda una vida y que, quizás, nunca logre completarse del todo.



FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Elenco: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Enrique Bustos

Texto: Eusebio Calonge

Dirección y espacio escénico: Paco de La Zaranda

Iluminación: Peggy Bruzual

Vestuario: Encarnación Sancho

Ayudantía de dirección: Andrea Delicado

Realización artística: Eduardo Saborido

Coordinación técnica en Argentina: Alberto López Sierra

Producción ejecutiva en Argentina: Luciano Greco

Asistente de Producción: Camilo Blutrach

Producción general en Argentina: Sebastián Blutrach

Producción Técnica CTBA: Magdalena Berreta Míguez

Coordinación de producción CTBA: Lourdes Maro

Realizada por "La Zaranda, Teatro Inestable de Ninguna Parte", corriendo el año de gracia de 2023

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